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El megáfono: QATAR2022

Creado por Isabel Martínez. BACH1A IESMC


El fútbol es el deporte favorito por excelencia. La mayoría de los países lo practica y tienen sus ligas y competiciones propias, pero una vez cada cuatro años, todos nos juntamos para competir y ver quién es el mejor en el Mundial de la FIFA. Puede que por la pandemia, los problemas mundiales del momento y la crisis global estemos ansiosos por algo que nos llene de alegría, y qué mejor noticia que ver a nuestro país ganar el mundial ¿no? El Mundial del 2022, en Qatar, empezó el pasado domingo 20 de noviembre y aunque en sí acaba el 18 de diciembre, la polémica que ha generado dará mucho más para hablar. Si el deporte no tiene valores, no es deporte. Es negocio.




La FIFA concedió a Qatar la organización del mundial en el 2010, sin la debida diligencia sobre derechos humanos ni condiciones sobre la protección de los trabajadores migrantes. El país carecía de las instalaciones necesarias, y debieron haber previsto los millones de trabajadores que se necesitarían para levantar 8 estadios y otras infraestructuras claves. La FIFA es responsable de todos los trabajadores relacionados con el mundial, pero no evita que sufran requiso de pasaportes, contratos ilegales, amenazas, robo de salarios, abusos, explotación, lesiones y muertes. Además, las mujeres tampoco son muy respetadas, con leyes qataríes que imponen normas de tutela masculina discriminatorias o castigos penales que incluyen lapidación y latigazos. El hecho de que la violación sea considerada como acto sexual fuera del matrimonio inquieta, pero para la tranquilidad moral de la FIFA, Qatar ha asegurado que proporcionará refugios y clinicas de apoyo psicológico, médico, forense y jurídico para las victimas de abusos durante el Mundial. Las leyes de Qatar también excluyen al colectivo LGTBI+, castigando con penas de hasta 7 años relaciones homosexuales o de parejas heterosexuales del mismo sexo.


Los abusos contra los derechos humanos de Qatar no son ningún secreto para nadie, y los países participantes están tomando medidas más allá de exigir unos mínimos al país. Una idea bastante sonada ha sido el brazalete “One Love”, que reivindica la protección de todos los colectivos vulnerados. Dicha iniciativa ha sido castigada por la FIFA, que ya ha anunciado que aquellos jugadores que lo porten podrán ser sancionados con una tarjeta amarilla incluso antes de empezar el partido. Algunos de los patrocinadores no son visibles en las camisetas de los jugadores de sus respectivos equipos porque se niegan a ser visibles en un atentado tan claro contra la humanidad. A nivel más individual, varios bares se niegan a transmitir los partidos y es trending topic el hashtag #YoNoLoVeré.


Como hemos visto, el tema no es una mera pelea social entre hinchas o un enfado puntual, sino que ha llegado a la política europea. El lunes 21 de noviembre se reunieron en la eurocámara representantes políticos para debatir sobre esta falta de derechos en el mundial. Además, muchos artistas invitados se negaron a asistir, incluso con incentivos de miles de millones de dólares. Aquellos que sí aceptaron están siendo objetivo del ojo crítico de la sociedad.


En resumidas cuentas, podríamos decir que es completamente inmoral celebrar un mundial de fútbol, siendo este un deporte que une al planeta, en un país que falta a los derechos mínimos de la sociedad. En este mundial, no nos podemos olvidar de que el equipo ganador se llevará una copa manchada con la sangre de los 6500 trabajadores fallecidos y las personas a las que oprime día a día el régimen qatarí.


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